Fuerte murmullo de disconformidad por la fiesta del empleado público
Dificultades con la modalidad de vouchers, problemas con la comida y baja convocatoria, entre otros señalamientos, opacaron la celebración.
La fiesta del empleado público cosechó innumerables críticas. Al igual que el año pasado, cuando fue severamente señalada por quienes asistieron, esta vez el ojo crítico no dejó de apuntar a las falencias organizativas y a otras “cuestiones”.
Problemas con los vouchers, demoras con la comida y una baja concurrencia, entre otras cuestiones, no le dieron brillo a la jornada. Por cómo se desarrollaron los hechos, los presentes sintieron el encuentro como un "desprecio total".
"Fue una falta de respeto. Fue el calco de la fiesta anterior. Tenías que ir a buscar la comida en medio de demoras y problemas; fue un lío todo. La rabia más grande es que, por la misma plata, comés en cualquier restaurante de la ciudad un plato abundante y variado. Acá solo podían conseguir sándwiches de bondiola o choripán, no mucho más que eso", repudió una fuente que, por temor a represalias, prefirió mantener su nombre bajo reserva.
Por ahora, desde el gobierno provincial no ha informado nada. No se sabe cuántos vouchers entregaron ni cuánta gente asistió realmente. Vale recordar que el año pasado se entregaron 20 mil tickets pero solo fueron 4 mil personas. ¿Qué pasó con el resto del dinero? Vaya uno a saber. En tiempos de discursos moralistas, el derecho de acceso a la información parece estar impedido en la provincia. Nada cambió mucho este año y las dudas siguen siendo las mismas.
Los vouchers, sumamente cuestionados
Entre los presentes, la mayor queja se centró en los vouchers de comida y bebida, fundamentalmente por el contexto socioeconómico actual. Muchos manifestaron su frustración al sentir que el sistema fue innecesariamente complicado y con pocas opciones para comer.
"La verdad, lo tomamos como una falta de consideración; es un desprecio por parte del Gobierno hacia los trabajadores. Mínimamente, después de toda la entrega que damos en el año, al menos nos tendrían que agasajar de corazón, no con esto que es solo para 'salir del paso' y donde seguro alguien sale beneficiado. Además, no nos regalan nada: esto es plata de nuestros impuestos", repudió otra fuente en diálogo con este medio.
Para muchos, las cuestionadas condiciones de la fiesta representaron el símbolo de una gestión que sobrecarga al personal con salarios de pobreza.
"Los vouchers los entregaban en los lugares de trabajo y los jefes nos decían que eran para una gran variedad de menús y bebidas a precios accesibles. Una mentira. Los tickets incluían dos aguas minerales que se canjeaban en los puestos de hidratación. Cada empleado recibió $25.000 distribuidos en 10 vouchers de $2.500. Había food trucks que ofrecían un sándwich de bondiola y la segunda opción era un choripán; o podías comprar una docena de empanadas que costaba más de $12.000, o elegir una porción de carne a la masa o un pancho con un cono de papas", describió un empleado que participó del evento.
Lo cierto es que, más allá de cualquier conjetura, la celebración dejó mucha tela para cortar. Con empleados que se sintieron "ninguneados", queda la pregunta: ¿quién ganó realmente con esta festividad? Las respuestas parecen ser claras en medio de un contexto cuestionadísimo.
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